jueves, 18 de octubre de 2012

Campeones. Estaba hoy, en la vorágine de las carreras de fin de temporada del mundial de velocidad, con horarios cambiados y demás, reflexionando sobre el llamado "periplo asiático", normalmente en circunstancias distintas de las del calendario europeo y con resultados para el recuerdo.
Y recordando a Suzuka y Abe, la cabeza se me ha ido a otro piloto espectacular que también solía brillar en aquellas latitudes: Kevin Schwantz, uno de los campeones más carismáticos que ha dado el mundial hoy llamado de Motogp, antes simplemente de velocidad.
Kevin siempre ha sido (porque lo sigue siendo) uno de los pilotos más seguidos y queridos del mundial, a pesar de ser "sólo" una vez campeón del mundo en 500. Es de esos pilotos que no dejan indiferente, no pasa por uno más, y eso ha significado también que en muchas ocasiones se haya infravalorado por sus más críticos el campeonato logrado en 1993.
Cualquiera que se sube a una moto y se pone en una parrilla de salida ya merece todo el respeto, pero es que TODOS los que corren en el mundial son buenísimos; y cada año sólo ganan tres de ellos... Quiero decir con esto que si ya es difícil llegar ahí arriba, y despuntar, nadie debería menospreciar al que al final de año se corona como Campeón del Mundo, aunque las circunstancias -que son las mismas para todos- hayan sido más favorables a unos que a otros.
Siempre he pensado que aquel año Kevin fue el justo campeón, y no por mera simpatía hacia él, sino porque siendo cierto que el triste accidente de Rainey le benefició, no es menos cierto que fue él el perjudicado en Inglaterra en el incidente con Doohan y cuando estaba en su mejor momento.
Por eso me he alegrado muchísimo cuando he leído el otro día, casi 20 años después de aquello, a Dennis Noyes haciéndose eco de mis pensamientos y diciendo lo que hasta ahora no había escuchado de nadie más en todo este tiempo. 
Y como me pasa siempre que me pongo a hablar de campeones y del mérito que tiene lograr cualquier medalla o reconocimiento, termino con el pensamiento enfocado al más grande, Ángel Nieto. Lo siento, es debilidad...      

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