jueves, 29 de noviembre de 2012

Ssshhh! Viajando...

Desde que empecé a viajar en moto me ocurre algo curioso que sigue asombrando a los que lo conocen: ¡mis acompañantes se duermen!
Haciendo memoria, tampoco he llevado tanta gente de viaje, sólo a mi mujer, a mis tres hijos y a mi sobrino Jacobo, que se vino un fin de semana "supermotero" conmigo a Albacete a empalmar concentración motera, Campeonato de España de Motocross en Tobarra y Campeonato del Mundo de Superbikes en La Torrecica. Nos lo pasamos genial acampando en plena parrilla de salida del circuito de motocross y, que yo sepa, Jacobo ha sido el único que me "ha aguantado" despierto tanto al ir desde Madrid como al volver. ¡Lo mismo iba espantado!
Sin embargo, mi mujer y mis hijos caen fulminados cuando viajan conmigo. Ya lo hacía Isabel cuando viajábamos de novios con la Benelli: tan pronto la veías jugando a hacer sombras en la cuneta como sentías su casco clavado en la espalda que te indicaba claramente que "había desenchufado". Y lo continúan haciendo, siguiendo una especie de peligrosa tradición familiar, todos mis hijos. Cómo será que las abuelas, cada vez que digo que voy a salir de viaje con uno de ellos, me preguntan sin falta: "¿pero te lo atarás bien fuerte a tí, no?".
Cada uno tiene su aguante particular y es más o menos dormilón, pero todos se echan sus siestas; y no es una pequeña cabezadita, es que duermen como lirones.
Así fue la primera vez de todos ellos: 



Pablo lo hizo volviendo de Jerez, tras un fin de semana de GP intenso y cansado, ya de noche, más de las 10 p.m. y seis horas de viaje... casi llega a Madrid, pero al final sucumbió y se durmió al estilo de su madre, agarrado a las asas de la K75 y bien apoyado en el respaldo trasero, pero con las lógicas cabezadas en mi espalda. Tenía 10 años...     

Alicia tenía algún año más cuando se vino conmigo, y con Jacobo y su pareja, a Cheste a ver las Superbikes; y ella tiene su propio estilo: se duerme cuando quiere, y por lo que sé a través de nuestros acompañantes ¡da miedo!, porque se quedaba dormida con la cabeza tendida hacía atrás, sobre la maleta, y los brazos abiertos, de modo que visto desde fuera la sensación es de que llevas a una persona totalmente inconsciente (quizá sí...) y a punto de perderla. Como en el caso anterior, la solución pasa por sacudirla suave pero firmemente de una pierna para que despierte, y confiar en que no haga movimientos bruscos (recordemos, vamos subidos en una moto).

Y Hugo, la verdad sea dicha, hizo su primera salida con siete años recién cumplidos: fue mi regalo de cumpleaños, llevarle de concentración. A pesar de la emoción, le pudo la edad, y en su caso el peligro estaba en que, al ser de menor tamaño que mis anteriores pasajeros, tenía mucho más espacio detrás de mí y era más fácil perderlo. Recuerdo cómo hubo compañeros de excursión que iban más pendientes de él que de los paisajes que recorrimos... Gracias a todos.     

No sé aún si debo achacar lo anterior a que soy un conductor muy seguro y de confianza (espero que sea esto), o si simplemente conduzco de forma tan aburrida que pasa lo que tiene que pasar. Tengo que preguntárselo a Jacobo, seguro que él es más objetivo, aunque igual acaba confesando que él también cayó...

Aviso: no estoy loco, aprecio mi vida, la de mi familia y la de cuantos me rodean; nadie ha resultado perjudicado por las actividades a que he hecho mención, y sí, a menudo he llegado a parar para que mi pasajero se espabilase y retomar el camino más tranquilos.
 

jueves, 22 de noviembre de 2012

La Benelli

Ojeando el Motociclismo de esta semana, me he entretenido con el reportaje del EICMA de Milán, viendo las más jugosas novedades para el año que viene. Disfrutaba de las que realmente "parecen" nuevas mientras a su lado encontraba las habituales variaciones-sobre-el-mismo-concepto de cada temporada. Un aplauso para todas las marcas presentes, que en estos tiempos que nos ha tocado vivir ya es un esfuerzo estar ahí y aportar la ilusión necesaria para lanzar un producto nuevo.  
Y precisamente pensando en esto, en las motos, las marcas que sobreviven y la ilusión, me he encontrado con mi vieja amiga, Benelli, presentando nada menos que tres nuevos modelos.
¡Qué recuerdos me trae Benelli!
Aquella Semana Santa empecé a salir (no estoy seguro de que se siga expresando así ahora) con una simpática y guapa chica que acabaría siendo mi mujer; ella, que además de lo mencionado siempre ha sido muy resuelta, organizó para un pequeño grupo de amigos unas vacaciones en Cullera, ciudad por cierto de gran raigambre motera, donde sus padres tenían un apartamento. Allí nos fuimos a disfrutar nuestra primera Semana Santa de universitarios, y cuando estaba a punto de terminar, el que terminaría siendo mi suegro, Pedro, me comenta "de pasada" que se ha enterado de que me gustan las motos, que a él también le han gustado siempre, que de joven solía viajar mucho con su mujer en su Montesa Brío, y ¡que tiene en el garaje del apartamento una Benelli 250 2C casi sin estrenar!
Me faltó tiempo para subir con él a verla ¡y a probarla! Era verdad, estaba impecable, sin acabar el rodaje (se la había comprado como "último capricho de juventud") y junto a ella estaban también la pareja de cascos Nolan igualmente nuevos que compró con la moto. La pusimos en marcha, cogí el Nolan rojo (el blanco, enorme, fue desde ese día para Isabel) y salí a dar una vuelta con mi amigo Lobo por las huertas de los alrededores.
Como digo, aquella bonita chica se quedó conmigo, y la moto hizo su primer viaje "largo" con nosotros dos ese verano, pues nos la llevamos a Madrid, a darla el uso que se merecía. Disfrutamos como enanos de ella; era preciosa, con esa imagen de moto grande que evocaba a sus hermanas mayores 500 Quattro y 750 Sei. Pedro le había añadido una cúpula Puig estilo BMW R90S, en sus mismos colores negro y plata, y un robusto transportín trasero en el que llevábamos todo nuestro equipaje.
¡Qué felicidad, de viaje con esas dos preciosidades y saludando (y siendo saludados) por cuantos moteros nos encontrábamos por el camino!
Circunstancias de la vida (mi cuñado se hizo mayor y heredó la moto) nos separaron de nuestra querida Benelli, sustituida por la Vespa de la que he hablado en otra ocasión, pero aún anduvo un tiempo rondándonos y recordándonos esos felices momentos. Porque con ella fueron nuestros primeros viajes y excursiones, nuestro primer acercamiento a una moto "de verdad" de carretera, mi primer rebufo...; nuestro primer susto, con la moto cargada hasta los topes para salir de viaje a la playa y ese coche que me obligó a tumbar una señal de tráfico de una patada..., nada que no cure con unas vacaciones en la costa "bien acompañado".
Mi vida, afortunadamente, sigue desde entonces unida a Isabel, Cullera y las motos, y aunque la Benelli no siguiera con nosotros, llenó toda una página del libro de nuestras andanzas.
¡Ah! Y que conste que no me quedé con Isabel por la moto, que hay mucho malpensado... 

lunes, 19 de noviembre de 2012

Motorshow

He estado este sábado con mi hijo Pablo en el Jarama, en el "Motorshow" organizado por FunMotorHouse, un espectáculo en torno al motor donde había diversas actividades para ver o en las que poder participar, dentro del propio circuito o en los recintos habilitados en la zona interior. 
A pesar de que el día se anunciaba con clima incómodo, frío y lluvioso, y de que esto pudo restar espectadores, lo cierto es que una vez allí la temperatura fue bastante agradable, la lluvia sólo cayó en algunos momentos y no pudo impedir que se realizaran todas las actividades anunciadas.
Me gustó mucho el interés de todo el personal de organización, desde el primer portero del aparcamiento hasta el incansable Dj por hacer el día entretenido y agradable a todos los que nos acercamos al circuito, siempre con una sonrisa en la cara.
 
Disfrutamos del show de música mezclada con fuego y bike/trial y del espectacular breaker, perfectamente alternados con las exhibiciones de expertos drifters en coche y stuntmen en moto (aquí sí creo que el suelo mojado no les permitió enseñar todo lo que saben hacer, aunque dieron un bonito espectáculo).
Paseamos entre preciosos coches deportivos americanos, camionetas vistosísimas, coches de rally actuales y clásicos, y disfrutamos viendo a los pequeños grandes pilotos que compiten en minimotos, así como a los que se atrevían a probar los segway o a manejar los rapídos coches teledirigidos. Y no me dejo a los que tuvieron la suerte de poder salir a pista a dar una vuelta en Ferrari, Lamborghini o Porsche, o los que probaron a emular las sensaciones de conducir un GT en los simuladores del juego Horizon.



 
Una bonita mañana entre motores de la que únicamente salí con el mal sabor de boca de no haberme atrevido a saludar personalmente a Bea, mi bloggera favorita, pero la ví tan ocupada y tan entregada a saludar a tanta gente que pensé que ya habría un momento mejor en que no la tuviéramos tan asfixiada entre público y equipo de grabación. Espero que así sea, pero desde aquí un saludo afectuoso. ¡Nos vemos en la próxima!
  

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Mi Vespa

Como he comentado en alguna ocasión, mi primera moto, es decir, la primera que tuve a mi nombre, fue una Vespa 150 S con muchos años (del año que yo nací) y color azul-indefinido. Su estado en el momento de adquirirla fue lo de menos, lo importante era que, ¡por fin! iba a tener moto... Se parecía bastante a la de esta foto:
Iba a tener moto, porque al principio no tenía si entendemos "tener moto" por poseer un vehículo de dos ruedas con motor que pueda traerte y llevarte por ahí. Con ayuda de mi hermano Toño, o mejor, él con mi ayuda, conseguimos hacer una moto única, bonita, diferente al resto, y que además funcionaba y me servía efectivamente de medio de locomoción.
La pintamos en blanco y rojo brillante, la pusimos los cófanos de la P200, que la hacían mucho más delgada y moderna, y rematamos con funda de asiento también blanca (un invento cuando el sol aprieta) y transportín en negro mate. ¡Ah! Y con el paso del tiempo le pusimos neumáticos modernos, porque los clásicos "de carretilla" eran terribles. Pinchaban en cualquier momento, lo cual, si bien le da un punto de emoción al trayecto, no resulta muy agradable que digamos. Menos mal que mi querida Vespa tenía rueda de repuesto, porque puedo garantizar que se utilizaba,
Con ella iba y venía de casa a la facultad con mi hermana, que sufrió conmigo alguno de aquellos pinchazos y que podrá, como mi mujer, certificar que fue esta moto la que nos enseño a "controlar las derrapadas" (por suerte, siempre pinchaba de atrás), ya que nunca sufrimos una caída. A los que dicen que las Vespa son peligrosas e inestables siempre les comento esto, que probablemente el bajísimo centro de gravedad de este scooter sea una gran ayuda que, ante un pinchazo, no podrá prestarte una moto de rueda alta. Afortunadamente, las carreteras y los neumáticos han mejorado una barbaridad y hoy puedes disfrutar de un vehículo durante toda su vida útil sin llegar a sufrir ni un solo reventón, pero antes sí debías contar con esa posibilidad; de hecho, aún recuerdo cómo, tras una serie de pinchazos en un corto espacio de tiempo, llegué a tener auténtica psicósis y en una ocasión incluso paré la moto un par de veces en plena carretera de La Coruña para tocar la rueda y comprobar que no estaba desinflada, porque ya sentía que se movía y flotaba de atrás incluso cuando, evidentemente, no pasaba.
Pero bueno, ya digo que eso se arregló cambiando las ruedas, que ya debía tocar, por unas chulísimas Pirelli SC, y mentalizándome de que esa sensación de inseguridad sólo se quita ¡montando más!, que es lo que llevo haciendo desde entonces, no sea que un buen día me dé miedo a montar, o pereza, y aparque la moto para siempre... Tranquilos, que eso no va a suceder. ¡Ráfagas!   

sábado, 10 de noviembre de 2012

Bricolaje

Si hay algo que queramos de verdad los amantes de las motos además de, evidentemente, una o varias de éstas, es un buen garaje donde conservarlas y poder "meterles mano" con tranquilidad. 
Es un hecho que, a diferencia de la mayoría de usuarios de automóviles, a los que tenemos moto nos gusta casi tanto montar en ella como pasar ratos interminables alrededor suyo, sea limpiándola, sacándola brillo, montando o desmontando accesorios, o desarmándola por completo para volverla a montar después. 
Cierto que con los tiempos que corren cada vez tienen -como los coches- menos cosas que tocar, a no ser que seas experto en electrónica e informática, pero incluso ahora siguen siendo mucho más accesibles y propensas al bricolaje casero que un cuatro ruedas.
Muchos de mis mejores recuerdos, y alguna gran amistad, tienen su origen alrededor de una moto desmontada. De niños, estábamos todo el día revisando los ciclomotores de la pandilla, limpiando bujías y filtros, tensando cables o cambiando bombillas; recuerdo con mucho cariño los días que pasamos en el garaje de Nando cuando decidió pintar de amarillo su 348, repasando en dorado la firma de Malcolm Rathmell con aquel pincel "de pelo de marta" que le recomendó Jonás, y oyendo una y otra vez todas las canciones de Tequila...; son ese tipo de cosas que te hacen aficionarte a las herramientas y los trapos.
No soy realmente un manitas, pero con el tiempo me he ido atreviendo a hacerle algunas cosillas a mis motos, como cuando decidimos desarmar por completo la K75 en casa de Miguel (lo de "decidimos" le incluye, claro): nos pasamos un fin de semana completo encerrados en su garaje, disfruté como un enano de su compañía y de lo que estábamos haciendo, y el remate vino cuando, después de montarla otra vez, ¡funcionó!¡qué satisfacción!        

Ahora tengo, por fin, garaje propio donde pasar el rato con mis cacharros y tratar de arreglar o mejorar todo lo que cae mis manos, así que puede uno imaginarse dónde encontrarme, sentado en mi taburete, con una herramienta en la mano, unos trapos cerca, y una música de fondo... 

viernes, 2 de noviembre de 2012

La felicidad

La felicidad. Escribí el otro día sobre mi inscripción en una promoción de BMW y mis deseos de surcar el mundo sobre una moto. En ello estaba cuando traté de recordar los momentos más felices de mi vida, casi siempre vinculados a las motos.
Pues bien, que me perdone BMW, a la que siempre llevaré en mi corazón (bueno, y seguramente entre mis manos, como ahora), pero debo admitir que el día más feliz de mi vida lo pasé en el circuito del Jarama, celebrando (sí, celebrando) la Operación Trueno que puso en práctica Yamaha, creo que en 1994, con aquellas preciosas Thunderace, Thundercat, TDM y TRX, además de los Majesty y demás scooters.
El que estuvo sabe de qué le hablo y me dará la razón, pero para los desafortunados que se lo perdieron, tengo que decir que fue una presentación de auténtico ensueño: las instalaciones completas del Jarama a nuestra disposición, con el circuito constantemente ocupado por ordenadas tandas de felices motoristas probando las últimas novedades mundiales de Yamaha, los boxes convertidos en zonas de descanso, avituallamiento y recreo maravillosamente atendidas por los distintos concesionarios de la marca, y en el aparcamiento una exposición completísima de toda la gama Yamaha, con posibilidad de ver y tocar, así como un pequeño circuito para probar hasta cansarte (como si eso fuese posible...) todos sus scooters. Y para guinda, en colaboración con el Action Team de Motociclismo nos regalaron unos polos bordados con el logotipo de la Operación Trueno y del club, que por supuesto aún conservo.
No he podido hacer justicia a la marca "comprándome todos sus productos", sólo he podido disfrutar en propiedad de la SRX-6 que ha pasado por manos de todos los hermanos, y actualmente de una divertidísima TW125, pero desde aquí puedo decir que nunca nos han tratado (sí, fui con mi mujer y también disfrutó lo suyo) como en aquella ocasión, y eso, a los que somos agradecidos, no se nos olvida jamás, por lo que tienen todo mi cariño y simpatía.