martes, 2 de octubre de 2012


Travesuras. Cuando hablo de motos con mis hijos, trato siempre de transmitirles todo lo de positivo que este mundillo me ha aportado a lo largo de los años, acompañado de anécdotas y experiencias propias y ajenas vividas alrededor de las motos.
Pero claro, cuando uno se pone a contar su vida, no todo es ejemplarizante. Me explico: debía tener yo unos 14-15 años, auténtica pasión por las motos, y de repente, sin más, mis tíos le compran a mi primo Mariano, que vivía en el piso de arriba, una preciosa Montesa Enduro 125H a estrenar. Se me caía la baba mirándola; era mucho más grande y potente que los habituales ciclomotores de campo con los que solíamos desenvolvernos por ahí. Mi primo debía tener ya 16 y, claro, era mayor, por eso pudo sustituir el Vespino GL por la Enduro.
El caso es que yo nunca le ví demasiado entusiasmado por la moto, quizá simplemente no alucinaba con ella como yo... pero bueno, se daba alguna vuelta con ella y después la guardaba, toda limpita, en el trastero que teníamos junto a las plazas de garaje, y en el que también guardaba yo "mi máquina" (una bici bastante currada, pero que me traía y llevaba).
 
 
 
...Y se me fue la pinza. No sé cómo empezó aquéllo, pero sí cómo terminó. El caso es que no podía resistir ver aquella maravilla ahí quieta, y un buen día, con mucho cuidado y algo de miedo, la saqué empujando del garaje, la llevé de la mano hasta la calle de detrás de casa, en la Colonia, y cuendo me pareció que ya no se oiría desde casa, la puse en marcha y me dí una vuelta con ella: ¡qué impresión, cómo iba!. No sé si el paseo duró 5 minutos o una hora, supongo que más cerca de lo primero, pero disfruté como un loco. Después, la paré igualmente antes de llegar a casa, y con las mismas dosis de precaución y miedo a ser descubierto, la metí en su trastero. Aquello se repitió "algunas veces", debido sin duda a que, como nos advierten las autoridades sanitarias, las drogas enganchan y nos hacen perder nuestra voluntad y consciencia, y claro, la Enduro era "moto en vena". Pero terminó, como decía, y pude "rehabilitarme" el día en que me descubrieron... pasé tanta vergüenza que jamás se me volvió a pasar por la cabeza la idea de coger ni esa ni ninguna otra moto prestada. De hecho, creo que no volví a montar en la moto de mi primo nunca.   
Y eso trato de explicarles a mis hijos cuando surge el tema, como en la ocasión de las fotos, el Jarama Vintage Festival, donde me encontré de nuevo con "ella"...

   

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