Si hay algo que queramos de verdad los amantes de las motos además de, evidentemente, una o varias de éstas, es un buen garaje donde conservarlas y poder "meterles mano" con tranquilidad.
Es un hecho que, a diferencia de la mayoría de usuarios de automóviles, a los que tenemos moto nos gusta casi tanto montar en ella como pasar ratos interminables alrededor suyo, sea limpiándola, sacándola brillo, montando o desmontando accesorios, o desarmándola por completo para volverla a montar después.
Cierto que con los tiempos que corren cada vez tienen -como los coches- menos cosas que tocar, a no ser que seas experto en electrónica e informática, pero incluso ahora siguen siendo mucho más accesibles y propensas al bricolaje casero que un cuatro ruedas.

No soy realmente un manitas, pero con el tiempo me he ido atreviendo a hacerle algunas cosillas a mis motos, como cuando decidimos desarmar por completo la K75 en casa de Miguel (lo de "decidimos" le incluye, claro): nos pasamos un fin de semana completo encerrados en su garaje, disfruté como un enano de su compañía y de lo que estábamos haciendo, y el remate vino cuando, después de montarla otra vez, ¡funcionó!¡qué satisfacción!
Ahora tengo, por fin, garaje propio donde pasar el rato con mis cacharros y tratar de arreglar o mejorar todo lo que cae mis manos, así que puede uno imaginarse dónde encontrarme, sentado en mi taburete, con una herramienta en la mano, unos trapos cerca, y una música de fondo...
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