jueves, 22 de noviembre de 2012

La Benelli

Ojeando el Motociclismo de esta semana, me he entretenido con el reportaje del EICMA de Milán, viendo las más jugosas novedades para el año que viene. Disfrutaba de las que realmente "parecen" nuevas mientras a su lado encontraba las habituales variaciones-sobre-el-mismo-concepto de cada temporada. Un aplauso para todas las marcas presentes, que en estos tiempos que nos ha tocado vivir ya es un esfuerzo estar ahí y aportar la ilusión necesaria para lanzar un producto nuevo.  
Y precisamente pensando en esto, en las motos, las marcas que sobreviven y la ilusión, me he encontrado con mi vieja amiga, Benelli, presentando nada menos que tres nuevos modelos.
¡Qué recuerdos me trae Benelli!
Aquella Semana Santa empecé a salir (no estoy seguro de que se siga expresando así ahora) con una simpática y guapa chica que acabaría siendo mi mujer; ella, que además de lo mencionado siempre ha sido muy resuelta, organizó para un pequeño grupo de amigos unas vacaciones en Cullera, ciudad por cierto de gran raigambre motera, donde sus padres tenían un apartamento. Allí nos fuimos a disfrutar nuestra primera Semana Santa de universitarios, y cuando estaba a punto de terminar, el que terminaría siendo mi suegro, Pedro, me comenta "de pasada" que se ha enterado de que me gustan las motos, que a él también le han gustado siempre, que de joven solía viajar mucho con su mujer en su Montesa Brío, y ¡que tiene en el garaje del apartamento una Benelli 250 2C casi sin estrenar!
Me faltó tiempo para subir con él a verla ¡y a probarla! Era verdad, estaba impecable, sin acabar el rodaje (se la había comprado como "último capricho de juventud") y junto a ella estaban también la pareja de cascos Nolan igualmente nuevos que compró con la moto. La pusimos en marcha, cogí el Nolan rojo (el blanco, enorme, fue desde ese día para Isabel) y salí a dar una vuelta con mi amigo Lobo por las huertas de los alrededores.
Como digo, aquella bonita chica se quedó conmigo, y la moto hizo su primer viaje "largo" con nosotros dos ese verano, pues nos la llevamos a Madrid, a darla el uso que se merecía. Disfrutamos como enanos de ella; era preciosa, con esa imagen de moto grande que evocaba a sus hermanas mayores 500 Quattro y 750 Sei. Pedro le había añadido una cúpula Puig estilo BMW R90S, en sus mismos colores negro y plata, y un robusto transportín trasero en el que llevábamos todo nuestro equipaje.
¡Qué felicidad, de viaje con esas dos preciosidades y saludando (y siendo saludados) por cuantos moteros nos encontrábamos por el camino!
Circunstancias de la vida (mi cuñado se hizo mayor y heredó la moto) nos separaron de nuestra querida Benelli, sustituida por la Vespa de la que he hablado en otra ocasión, pero aún anduvo un tiempo rondándonos y recordándonos esos felices momentos. Porque con ella fueron nuestros primeros viajes y excursiones, nuestro primer acercamiento a una moto "de verdad" de carretera, mi primer rebufo...; nuestro primer susto, con la moto cargada hasta los topes para salir de viaje a la playa y ese coche que me obligó a tumbar una señal de tráfico de una patada..., nada que no cure con unas vacaciones en la costa "bien acompañado".
Mi vida, afortunadamente, sigue desde entonces unida a Isabel, Cullera y las motos, y aunque la Benelli no siguiera con nosotros, llenó toda una página del libro de nuestras andanzas.
¡Ah! Y que conste que no me quedé con Isabel por la moto, que hay mucho malpensado... 

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